Origen de los camisones
Para remontarnos al origen de los camisones, tenemos que viajar hasta el siglo XV.
En sus inicios fue una prenda de uso popular para los dos sexos.
En el caso de las mujeres, los camisones eran un sinónimo de descansar, ya que los vestidos de diario eran muy ceñidos y pesados. Llegar a casa y poder cambiar su atuendo suponía un alivio.
Aquellos camisones no eran otra cosa que unas enormes camisolas, tan largas que incluso arrastraban por el suelo. De este hecho de aquí proviene el nombre aumentativo “camisón” que se daba a la camisa de dormir.
Evolución del camisón
Los camisones del siglo XVI lucían grandes mangas, amplias y largas y se abrochaban por la parte delantera. Eran de lana, pero las señoras de clase alta se lo confeccionaban en terciopelo forrados y adornados con pieles delicadas. Los camisones de mujer se distinguían de los camisones masculinos por los encajes, cintas y bordados. Los camisones masculinos llevaban cortes en los sobacos y costados.
Estaban procurados también para procurar el calor antes de que existiera la calefacción central, por eso los realizaban en esos materiales y eran camisones de manga larga
En el siglo XVIII se introdujo una novedad en la prenda femenina: el llamado négligée ajustado de seda o brocado con plisados y encajes. Servía para mostrarse durante el día por el interior de la casa.
El camisón masculino, origen del término pijama
El camisón masculino, más holgado y en forma de pantalón amplio, idea y modelo importados de Persia. Fue allí donde se le llamó pijama, palabra que en parsi significa “ropa para cubrir la pierna”.
Estos pijamas de vivos colores eran muy llamativos e hicieron furor en el siglo XIX como atuendo informal. Si quieres saber como surge el estampado textil pincha aquí
Con este hecho habían nacido los famosos bombachos o bloomers, banderín de las rebeldes feministas del mundo, pero que no hubiera triunfado de no haberse puesto de moda la bicicleta, que destrozaba las faldas.
Una frase de la famosa innovadora resultó profética:
“Señoras, no hay más ropa interior que la piel; cuanto se ponga sobre ella no debe convertirse en elemento discriminador de los sexos”.
Así fue cómo el camisón, el pijama y la ropa interior en general fue transformándose de manera tal que terminó por convertirse, como comprobamos en la actualidad, en “ropa exterior”.